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16 abril 2009

UMA VISÃO CHILENA DA DISPUTA BRASIL-BOLÍVIA PELO ACRE

EL ACRE Y LOS "ASUNTOS DEL PACíFICO": BOLIVIA, BRASIL, CHILE Y ESTADOS UNIDOS, 1898-1909

Cristián Garay Vera
Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile"

HISTORIAN0 Vol. 41, N° 2, julio-diciembre 2008: 341-369

Parte 1 (5)

EL PROBLEMA

Las disputas limítrofes no son exclusivas de Chile y Bolivia. Aun teniendo en cuenta la enunciación del principio del uti possidetis de 1810, por el cual "poseeréis lo que ya poseyereis", lo cierto es que los espacios americanos generaban varios incordios a la naciente organización republicana. Buenos Aires y Sucre se disputaban Tarija, lo mismo ocurría respecto del Despoblado de Atacama, entre Perú, Chile y Bolivia, o la zona de la cuenca del Río de la Plata, entre Brasil, Argentina y Uruguay. De hecho, desde mediados del siglo XIX, el principio empieza a ser sobrepasado por los hechos, lo que se expresa en el convenio firmado entre Argentina y Brasil, para rectificar las fronteras tras la Guerra de la Triple Alianza. Este tratado era contrario a la propuesta chilena, presentada por el delegado Manuel Montt en el Congreso Americano de Lima de 1864, de establecer un tratado de garantía territorial, lo que no fue aceptado entre otros por Argentina, la cual también declinó aceptar una mediación de las repúblicas del Pacífico -Chile y Perú- para obtener la paz1.

La idea de una tierra libre de dueño, en la cual los indígenas no contaban; las dificultades de acceso y las dimensiones colosales del paisaje, todo, el espacio americano conspiraba contra las soberanías efectivas. Realidad que no fue problema para el dominio español, pues todo era parte de la Corona y solo excepcional -mente su soberanía fue menguada por expediciones de piratas que penetraron en algunos puntos del Caribe.

Ahora bien, la soberanía jurídica era más amplia que la real. Se forjaba en los títulos de los conquistadores, las concesiones y reformas regias y la donación pontificia de Tordesillas como última instancia, pero estaba limitada por el estado de los conocimientos y medios. Por ello podemos afirmar que la frontera es antes que nada una construcción social, debido al empuje de los migrantes, aventureros, colonos e inversionistas, y luego una construcción política, que se deduce de la imaginación de gobernados y gobernantes. Por otra parte, y usando el concepto de Frederick J. Turner, la frontera es una faja ancha, de naturaleza política ambivalente, que separa el mundo ordenado del mundo salvaje, y que explica su avance moviéndose de un lugar a otro hasta llegar a límites naturales infranqueables, como el mar o los hielos2. Esa frontera móvil, que consideró característica y exclusiva de la historia estadounidense, puede también, en nuestra opinión, explicar los avances territoriales de Argentina, Brasil, Chile y Perú, sobre el desierto de Atacama, la Patagonia, la Araucanía y el Amazonas.

Adherimos a la idea de la frontera sudamericana, siguiendo a Renouvin y Duro-selle, como una marca ancha donde una sociedad fronteriza está haciéndose al calor del trabajo, la inversión y la ocupación efectiva del espacio. La frontera ancha, como dice Duroselle, por "regla general no existe más que entre dos pueblos cuyos niveles técnicos son diferentes"3. En este caso es el espacio sin mayor presencia gubernativa, un espacio que sobrepasa con su magnificencia y dimensiones físicas los mandos del Estado nacional.

La ocupación y penetración se concibieron como un proceso de civilización, no obstante lo precaria que esta era en la vida fronteriza. En todos estos procesos el fenómeno de espacios vacíos, de avanzada de lo estatal y de situación minusválida de los ocupantes originarios, se repite. A manera de profecía autocumplida, los colonos ven en la tierra un territorio libre, y el Estado, conforme avanzan, va cercando esa libertad e impulsándolos al próximo espacio libre.

EL EQUILIBRIO

No hay duda alguna de que, como dice Stanley Hoffman en la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, "el concepto de equilibrio de poder es indispensable para la comprensión de las relaciones internacionales"; no es menos claro Waltz, cuando dice que "si existe alguna teoría claramente política de la política internacional, esa es la teoría del equilibrio del poder"4. Pero esta idea no tiene un solo significado. Tomás Mestre, en un libro clásico, La política internacional como política del poder, recuerda que este es un concepto anglosajón, y que tiene correspondencia con la política del equilibrio o del poder, según si se usan las expresiones power politics (del inglés), politique de puissance (del francés) o machtpolitik -y más cercanamente de realpolitik- (del alemán).

Todas ellas tienen sutiles matices: en francés se distingue puissance (potencia) de pouvoir (poder); en inglés, power es tanto poder como energía; el alemán machí invoca un juego, cuadrilátero o escenario de competencia; mientras que Realpolitik evoca la distancia de las políticas utópicas e idealistas5.

Podemos por ello sostener que la política del equilibrio es una forma de relación de política internacional. Preferimos esta acepción a política de poder, porque lo que nos interesa subrayar es la noción de equilibrio, por cuanto en castellano el poder se asigna más bien a la condición general de la política. Como dice Mestre -rememorando a Aron- una "política sin poder es apenas concebible, ni siquiera como una política descafeinada"6.

En segundo lugar, si la política es política del poder per se, la política del equilibrio sería la expresión per se de la forma de relacionarse de los Estados. Es indudable que esta se encuentra ligada a la escuela realista, pero es la formulación más adecuada para el estado de anarquía de las relaciones internacionales latinoamericanas entre 1884 y 1910 y, en realidad, a nivel mundial hasta 1919, y las formulaciones de ordenamiento tras la Primera Guerra Mundial.

Ahora bien, el equilibrio es creación política, lo que está en la tradición desde Tucídides, como práctica y teoría. Por su parte Stanley Hoffmann recuerda que el concepto de equilibrio puede aplicarse a la política de equilibrio, al sistema de política internacional, y a la distribución de poder en sí. Por algo Waltz subraya que el equilibrio es continuamente reinventado, y que "los equilibrios de poder se constituyen de manera recurrente"7.

Habiendo diferentes formas de concebir el equilibrio, entre ellas cualquier distribución de poder, el desequilibrio a favor del actor más poderoso, la constitución de un contrapeso de poder entre contendientes o la política consciente de impedir un poder hegemónico8, se vuelve necesario hacer algunas aclaraciones. La primera es que el equilibrio de poder es una relación, por no decir juego, entre al menos tres actores, ya que tiene vocación multilateral y no bilateral. Solo por anomalía los teóricos de la Guerra Fría hablaron de política de equilibrio entre las dos únicas superpotencias.

Aunque existe un amplio registro de definiciones -Haas, Morgenthau, Aron-, creemos que podemos utilizar la concepción que desarrolla George Liska en Inter-national Equilibrum: A theoretical Essay on the Politics and Organizarion of Security. En este trabajo antiguo, pero clásico, Liska sostiene que los Estados crean y luego sancionan un equilibrio de poder mediante una organización internacional efectiva, donde el objetivo de los Estados beneficiados es "la distribución de seguridad, bienestar y prestigio (dentro de las condiciones existentes de equilibrio institucional, político-militar y socioeconómico)"9. Los Estados, una vez sancionada esta distribución, buscan por así decirlo socializar el sistema, incluso mediante instancias u organismos. Por ello se puede decir que la mejor definición de equilibrio de poder, y la más aplicable para el caso de América del Sur en este periodo, es la que lo entiende como la mejor distribución posible de los beneficios de la situación existente, que no puede ser mejorada sustantivamente por esfuerzos unilaterales de distribución.

Convengamos además en que esta definitiva redistribución, para ese proceso, tiene la característica de darse en un esquema de total ausencia de mecanismos de soberanía supranacional como los que hoy existen, en un escenario de anarquía, aunque no total, porque se trata de actores débiles o medios, en un marco global en que América Latina es un punto de poder frágil y dependiente de los patrones europeos y estadounidense. Quisiéramos, respecto a este punto, subrayar que los primeros mecanismos de mediación internacional se multiplican en esta época, en la forma de incesantes mediaciones o arbitrajes de límites, conducidos por actores tan disímiles como el Imperio Alemán, el Reino Unido, la Confederación Helvética, Estados Unidos, la República Argentina, la República Federativa del Brasil, etc. Por ejemplo, al negociarse el Tratado de Petrópolis y habiéndose verificado una interposición peruana en la repartición del Acre, el barón de Río Branco consignó, en un borrador del artículo 8o, que, aun existiendo rumores de guerra con Perú,

"la República de Estados Unidos de Brasil declara que ventilará directamente con la del Perú la cuestión de fronteras relativa al territorio comprendido entre la naciente del Yavary y el paralelo de once grados procurando llegar a una solución amigable del litigio sin responsabilidad para Bolivia en caso alguno. Artículo nuevo los desacuerdos que puedan sobrevenir entre los dos gobiernos cuanto a la interpretación o ejecución del presente tratado serán sometidos al arbitraje"10.

Lo que habla claramente de las necesidades de los actores de legitimarse en su conducta internacional y da la razón a Liska respecto a la forma de distribuir los beneficios de esa repartición. Lo que diferencia a los participantes es el momento en que los actores consideran que se pasa de la reivindicación al statu quo: 1884, Chile; 1902, Argentina; 1909, Brasil; 1942 Perú. Solo Bolivia y Ecuador -acompañados por el aniquilado Paraguay-, como víctimas de este proceso de reajustes, se mantienen en la orilla opuesta, aunque minimizados en relación a su poder de conmover la idea de Sudamérica como un sistema de relaciones esencialmente pacíficas.

Postulamos que el arco Amazonas-Pacífico estuvo más intensamente unido de lo que se ha considerado con anterioridad, e influyó creando una nueva situación de equilibrio de poder, a la cual se ajustaron las políticas exteriores. Parte de las turbulencias que sufrió en su conformación (1883-1904) se crearon durante la situación post Guerra del Pacífico. Pero lejos de ser esta la única fuente, como se ha pretendido por historiadores argentinos, peruanos y bolivianos, fue solo uno de los elementos que alimentaron la debilidad estructural del Estado boliviano y que fue motivo de apetencias y reestructuraciones en todo su entorno vecinal. Si en la etapa anterior fueron la desintegración de la Gran Colombia y la destrucción de Paraguay como potencia mediterránea los acontecimientos más significativos y dramáticos, en esta etapa asistimos al desmántelamiento de la idea originaria de Bolivia como Estado-tapón de Sucre y Bolívar.

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